Leyendo he estado con atención acerca de las terribles historias, por decir lo menos, referidas a las Abuelas de Plaza de Mayo y de sus inquebrantables esfuerzos por recuperar a sus nietos, aún hoy a más de tres décadas de que la infame, también por decir lo menos, dictadura militar argentina se los hubiera arrebatado en uno de los más reprobables, despreciables y vergonzosos capítulos de la historia no solo de Latinoamérica, sino del mundo entero y que tristemente ha permanecido casi en silencio ante la complicidad de muy diversos Gobiernos Argentinos que han pasado, luego de la nefasta e inhumana dictadura.

A partir de 1976, en que se impusiera la dictadura militar en ese querido país de Tangos, Milongas y Churrascos, todos quienes fueran opositores o dicidentes, fueron considerados subversivos y en consecuencia, al ser enemigos del régimen debían ser no solo acallados sino desaparecidos. Al mismo tiempo sudamérica casi entera sufría el yugo de las dictaduras militares, pero los métodos argentinos de desaparición llegaron a extremos, que me parecen tan vergonzos para el ser humano como lo fueran los del mismo Hitler, Stalin o Ceausescu.

A algunas familias se les secuestró completas, padre, madre e hijos y si estos eran pequeños se daban en adopción, ya que según el rigor militar, no podían ni debían ser educados por subversivos; pero si la madre secuestrada estaba en estado de embarazo, era golpeada hasta provocarle un aborto, como existen algunos casos documentados, o simplemente como fue en la gran mayoría de los casos, tenía un parto clandestino y su hijo le era arrebatado para ser entregado a "buenas familias", muchas de ellas de militares, o de personas afines al régimen, quienes los recibirían en adopción dándoles su apellido y cambiando con ello su identidad.

Muchísimas son las historias de las abuelas que en este genuino afán por recuperar a sus nietos, sin olvidar a sus hijas e hijos desaparecidos forzosamente, fueron víctimas de la feroz represión de la dictadura militar.

Su asociación cobraría fama, luego de que iniciaran sus plantones de protesta en la Plaza de Mayo, con lo cual al poco tiempo fueron conocidas como las Abuelas de la Plaza de Mayo, situación que en nada facilitó su labor de búsqueda.

Se reunían en cafés y simulaban tertulias entre amigas, celebraciones de cumpleaños que incluían pasteles y canto, mientras atentas vigilaban las ventanas y volteaban a su alrededor, intercambiaban paquetes e información relativa a los desaparecidos; se enfrentaron a órganos de justicia parcial, incluyendo a jueces que sin dudar torcían hacia el lado de la dictadura.

La dictadura emprendió en 1982 la Guerra por las Malvinas que culminó en un fracaso total, que derivaría en la caída del régimen militar en 1983, lo que abría una luz de esperanza para las Abuelas de Mayo.

Sin embargo, la posibilidad de abrir investigaciones judiciales dentro de un estado de derecho, tanto para descubrir a los culpables como para identificar a los niños desaparecidos, implicaba enfrentar problemas inéditos en la experiencia internacional.

Por aquellos años no existían métodos científicos para determinar positivamente la filiación, y los existentes, basados en los tipos de sangre, sólo servían como prueba negativa, es decir para descartar una relación biológica entre dos personas, pero no para demostrarla.

Las Abuelas tomaron entonces la iniciativa de recurrir a los científicos de punta para desarrollar alguna técnica que pudiera determinar sin dudas, la filiación de una persona en ausencia de sus padres. En esa búsqueda, recurrieron a la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia de los Estados Unidos, donde les respondieron: "lo que piden es posible, pero nunca se hizo antes, vamos a investigar". El resultado fue la creación del índice de abuelidad, que llegó a alcanzar un 99,99% de certeza sobre la filiación de una persona, desarrollado por los científicos Mary-Claire King y Cristian Orrego.

Al paso de dos décadas las Abuelas empezaron a dirigir sus esfuerzos a la sociedad argentina, al darse cuenta de que los mismos nietos, ahora jóvenes, que tuvieran sospechas acerca de sus orígenes y sus familias postizas, pudieran salir a la luz y encontrarse con sus abuelas.

A partir de ahí se han generado algunos documentales, telenovelas y películas, sin embargo los Gobiernos Argentinos han permanecido en lo general indolentes con el tema y su participación para esclarecer los hechos ha sido poco comprometida.

Es mucho lo que podría escribirse y declararse sobre el tema; yo le invito a mis queridos lectores a que investiguen al respecto y atestiguarán una historia dolorosa del pueblo argentino.

Es por ello, que envío desde aquí mi más enérgico, estruendoso, e irreverente reclamo a todos los militares y despreciables políticos aún vivos de aquel nefasto régimen, extensivo a los actuales que poco han hecho por congraciarse con el dolor del pueblo argentino y desde luego del que aqueja a las Abuelas de la Plaza de Mayo.

La historia los juzgará, pero nosotros también…

Cualquier comentario con esta columna solidaria con el dolor del viento sur, favor de dirigirlo a: sgrubiera@acticonsultores.com